

Mirad cómo tengo las páginas de Erika y el tiempo. Llevo semanas rumiando escribir algo, pero también en una dinámica de trabajo y otros asuntos que me tiene con la lengua fuera. Al menos, contaré mis impresiones a vuela pluma, inaugurando esta sección en mi recuperado blog —ahora con dominio propio—: Comentarios rápidos sobre libros.
Poeta que escribe novela: dos posibilidades: ¿será mejor novelista o mejor poeta? ¿Se puede ser las dos? Todo es posible, pero no lo ha sido en el pasado: los escritores han acabado siendo una cosa o la otra.
Esta novela de Vayá no es la típica nouvelle de poeta, como La Fanfarlo, de Baudelaire, o El Tungsteno, de Vallejo; dos referencias viejunas pero clásicas. Manuel Vilas está intentando ser tan buen novelista como poeta, o mejor; ¿lo conseguirá? David González planeaba escribir una novela que nunca fue; ¿cómo hubiera sido esa novela?
Decía que Erika y el tiempo es una novela novela, no demasiado extensa pero con el peso específico de la auténtica novela. Y ya a pura vuelapluma: me recordó a Boris Vian, un Boris Vian contemporáneo. Me vino también a la cabeza, mientras leía, La familia, de Sara Mesa, por la manera coral de articular la narración desde la subjetividad de cada personaje a través de episodios que van construyendo una situación de suspense. La diferencia es que, en Erika, Vayá utiliza la primera persona y no la tercera y que la modulación psicológica de los personajes es distinta. En Mesa —que, por otra parte, es hoy por hoy mi novelista favorita—, en general, apenas hay acción o descripción de entornos y actos, es todo pensamiento de los personajes. Aquí, sin embargo, hay más plasticidad, más belleza poética en la escritura —cosa no exenta de peligro, pienso, pero que Vayá solventa con puño de acero— entremezclada con pensamiento y reflexiones. Suficiente psicología, en cualquier caso para mí, que como lector de novelas es, generalmente, una de las cualidades que más disfruto y admiro.
También disfruto y admiro la significancia (a mi modo de ver, claro) de los libros que leo y, en general, de cualquier obra de arte. Significancia frente a insignificancia. Hay muchas maneras de significar o ser importante o participar en el viaje común.
En este plano, lo que me ha encantado de Erika y el tiempo es su adscripción a este tipo de ficción contemporánea que yo conozco más por el cine, que me deslumbró particularmente en Titane, y que explora el tema de la identidad (quizá El Tema de nuestra época o incluso de todas) desde la perspectiva de lo transgénero en relación con lo transhumano o posthumano. Y eso con el trasfondo de la identidad literaria.
Podría escribir mucho más, pero entonces no haría honor ni al título de la sección ni a la realidad fragmentaria e incompleta que articula funcionalmente este mundo en que vivimos.
